(Por Victor Alberto Ustariz Salinas)
Bella tierra llena de colores, bendecida con todo tipo de
paisajes. Al norte presenta al imponente Tunari, al este el Cristo
de la Concordia, al oeste el valle bajo y al sur su espejo natural.
Tu arteria principal atraviesa tus tierras, adornando tus valles
y llenándola de verdes paisajes. Tu espejo refleja tu ciudad nocturna, una ciudad que no duerme,
un Cristo vigilante y un Tunari protector.
Las aves giran a tu alrededor elevando odas a las hazañas de
tus héroes. Calatayud, Gandarillas y Esteban Arze aseguran tu libertad mientras
Zamudio, Quiroga Santa Cruz y Edmundo Camargo se encargaron de narrar tus
historias y conservar tu memoria.
Cochabamba, con la cueca y el huayño, la saya y el taquirari;
siempre festiva y altiva, mantiene intacta su historia en medio de las fiestas.
Una valluneada, una zapateada… Un, dos, tres y todos seguimos bailando este
huayño. Carnaval, Urcupiña y en cada fiesta, la alegría no se
pierde. Entre la semana a trabajar bien y el fin de semana a descansar bien (pues).
En Cochabamba resalta la mujer. Fuerte, luchadora, trabajadora,
valerosa y muy buena moza. En medio de la ciudad, entre el espejo, el vigilante,
los guardianes y los narradores; la mujer cochabambina siempre está presente.
Trabajando y zapateando, en el oficio o la fiesta, la mujer siempre altiva,
marca una presencia cual ninguna otra boliviana.
Cochabamba, Corazón de la madre tierra, Ciudad Jardín, El
granero de Bolivia y aún más antigua, Villa de Oropeza. Tierra de grandes
héroes, eternos narradores y gente trabajadora (y divertida), siempre presente,
pujante y fuerte; en el corazón de nuestra patria.
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